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2019

La Capillita de San José necesita 600.000 euros para resucitar PDF Imprimir E-mail
Capilla San Jose

ABC SEVILLA-JAVIER MACIAS-19.03.2019

La primera fase de la restauración de la Capillita de San José ha terminado. En los últimos cuatro meses, las pinturas murales que decoran la cúpula y techumbre de esta joya del barroco sevillano se han fijado, solucionando así el principal problema que tenían: se estaban desprendiendo «como si fueran telitas, soplabas y se caía». Así lo explica uno de los profesionales de Ágora, la empresa que ha llevado a cabo la restauración después de que el Ayuntamiento subvencionara con 111.000 euros a la orden de los capuchinos, propietarios de la capilla, y de las aportaciones de los fieles.

Sin embargo, el superior de la comunidad franciscana, fray Eduardo Rodríguez, pide ahora ayuda para poder concluir la rehabilitación completa de las pinturas de Domingo Martínez y Juan de Espinal. La capilla de la calle Jovellanos necesita 600.000 euros para que renazca el esplendor que tuvo antes de 1931, cuando fue saqueada e incendiada durante la Segunda República. El andamio instalado para afrontar esta primera fase se desmontará, si nadie lo remedia, antes de que acabe el mes de marzo.

Después de que se hayan invertido 27.000 euros en su montaje, los capuchinos hacen un llamamiento para aprovechar y afrontar de una vez por todas la obra final. Por ello, mañana se reunirá el superior con el alcalde, Juan Espadas, al que le pedirá un nuevo esfuerzo, tomándole la palabra después de que, en el acto de firma del convenio para la primera fase, el primer edil se comprometiera a seguir restaurando el patrimonio «con la fuerza imparable» de la sociedad civil sevillana.

El templo tiene garantizada la seguridad estructural, pero los revestimientos decorativos apenas se aprecian, ni siquiera desde lo alto del andamio. «Todo es recuperable. Esta primera fase luce muy poco», pese a su importancia. Las pinturas murales han sufrido filtraciones de agua, la propia patología del edificio y, sobre todo, la grave quema del inmueble en 1931. Una turba sacó a los frailes de madrugada, entró a la fuerza en la capilla e hizo una hoguera con los bienes muebles móviles. Ardió durante once horas, hasta que se hundió la bóveda, que fue la tabla de salvación para la capilla, ya que permitió la salida del fuego. Sin embargo, el hollín quedó impregnado en los techos y paredes, ennegrecidas desde entonces.

Después de esto, llegó la inferencia del tiempo y las pinturas se fueron descascarillando. En estos meses, los técnicos han consolidado las áreas de capa pictórica pulverulentas y exfoliadas, con la impregnación por goteo y asentando el color utilizando papel japonés. En el informe se destaca que se ha evitado crear una capa impermeable, de forma que pueda transpirar naturalmente el muro. Se le ha realizado un engasado de protección y se han consolidado los morteros y piezas desprendidas.

Para estos trabajos se han empleado un total de 700 horas desde más de seis metros de altura. Ha participado un grupo de restauradores, además de un arquitecto, un aparejador, un laboratorio y un dibujante. Todas estas áreas han quedado estabilizadas para que pueda llevarse a cabo una intervención de recuperación estética de las pinturas, en «uno de los recintos más representativos del barroco sevillano», según la definen los autores de la «Guía artística de Sevilla y su provincia».

Programa iconográfico
Las pinturas murales se extienden sobre las bóvedas a lo largo de 229 metros cuadrados. Los restauradores han descubierto durante la primera fase de la restauración que son claramente obras de Domingo Martínez y Juan de Espinal (entre 1717 y 1766), dadas las similitudes que guardan con otras similares que han intervenido en distintos templos. En la Capillita, representan la Sagrada Familia y, especialmente, la figura de San José, aunque apenas se distingue dada la oscuridad que presentan y las pérdidas.

El templo ha sufrido la constante desidia de las administraciones a lo largo de los siglos. Incluso la amenaza de la piqueta sobrevoló en 1912, cuando el Ayuntamiento quiso derribar la capilla para ensanchar la calle Jovellanos. Poco tiempo después, la hermandad de los Carpinteros, en proceso de extinción, legó el templo a los frailes capuchinos que, desde entonces, han luchado por conservar esta joya patrimonial que, ahora, un siglo después, lanza un mensaje para sensibilizar a la sociedad civil y resucitar su esplendor perdido.

 
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